Me gusta la portada de este cuaderno que me regaló hace años una compañera.
Me gusta contemplar el mapa del mundo y sentir que soy parte de él. Hacerme consciente de que desde mi pequeño rincón en un pueblo de la sierra de Madrid contribuyo, con mi hacer y con mi forma de ser, a la construcción de un mundo mejor, más solidario y fraterno; a unas relaciones más auténticas y respetuosas entre las personas.
En medio de tanta incertidumbre, irritabilidad…, me gusta pensar en todas las personas que a lo largo y ancho de nuestro planeta ,y no siempre en buenas condiciones, entregan lo mejor de sí para el bienestar de las personas: ese agricultor que cultiva con respeto la tierra que nos acoge; esa médica que escucha a cada paciente en lo que le sucede; esa responsable que dedica tiempo a escuchar a su equipo, a escuchar y responder; esa madre que trata con respeto y delicadeza a su hijo, esos voluntarios que sondean el Mediterráneo en busca de los que anhelan un espacio seguro donde vivir… Y podría continuar: hay tantos y tantos ejemplos de calidad humana, de entrega desinteresada, de firmeza en los valores, de solidaridad y pasión...
Yo me siento ahí con todos ellos, como una artesana más, parándome a saludar a quien me encuentro, leyendo textos, libros, que me inspiran, música que me adentra y hace conectar con lo mejor de mí misma. Responsabilizándome de mis compromisos y abierta cada vez más a lo diferente a través de foros, cursos, actividades en los que aprendo, comprendo, escucho, recibo… Me confronto con mis valores y mi visión de la persona y del mundo en el que creo. Y puedo ver que hay mucha bondad que nos sostiene.
Me gusta también hacerme consciente de que no alcanzo más que a intuir una parte de este mundo, que, si bien me vivo abierta, es tal la diversidad cultural, social, económica, política que no puedo más que tratar de ser humilde. No siempre lo logro, en mis reacciones, en mis opiniones, en mi posición frente a ciertas situaciones… “solo estoy en mis zapatos”