Como inicio de esta reflexión, me planteo: ¿Qué es un verano consciente?
En principio, para mí significa vivir este tiempo con la consciencia bien despierta, es decir, con los sentidos, con la inteligencia, con el cuerpo, con el ser, con toda la persona.
También me viene la idea de que deberíamos vivir así todo el año. Pero el verano es el tiempo de descanso y disfrute por excelencia, bien sea porque solemos tener vacaciones más largas, bien porque la climatología nos permite un mayor disfrute de la vida fuera, en contacto con la Naturaleza y con las personas.
Es entonces una propuesta de disfrute consciente de un tempo más ancho, de la parada del actuar apresurado; un tiempo de disfrute de la inacción o de la acción gustosa, elegida. Puede ser algo tan simple como dormir una siesta más prolongada, hacer la limpieza y tareas pospuestas del hogar con menos prisa, parándonos en el detalle, disfrutando de la puesta en orden; puede ser una mayor consciencia de los atardeceres, solos o en compañía; de la lectura gustosa, sin prisas; de las frutas y verduras frescas de la huerta veraniega; de las comidas y cenas con amigos, amigas o familia; del tiempo de calidad que podemos ofrecer a nuestros hijos, hijas, mayores; a nuestras mascotas; de la celebración de eventos diverso, como fiestas patronales, conciertos, festivales de todo tipo y condición; exposiciones artísticas de la más diversa índole… etc, etc. Es una posibilidad especial, cualificada, de sentir la VIDA con mayúsculas y de dejarnos brotar el agradecimiento por lo que tenemos, por la simple posibilidad de ser más conscientes de ella.
Me detengo, respiro; detengo la inercia de hacer y ese simple hecho abre mis sentidos, los predispone a recibir con una intensidad especial. Tomo mayor consciencia de mi cuerpo, de la suerte de poder percibir, moverme, observar, escuchar, tocar. Siento a mi inteligencia más serena y más equilibrada, más realista.
Todo ello me hace conectar con mi yo profundo, con mi ser, donde puedo percibir las sensaciones con una densidad especial, con una serenidad especial. Tengo la sensación de que me ensancho por dentro, de que mi base es más sólida. Puedo conectar desde ahí con la belleza, con el amor, con la bondad, con el entusiasmo, con el agradecimiento. Me siento menos sola.
Especialmente en las circunstancias que estamos atravesando, y teniendo en cuenta los límites que ésta nos impone, esta es una invitación a Vivir este tiempo con el cuerpo y el alma anchos, esponjados, rendidos a la fortuna de estar vivos y vivas.