La definición de huracán es: “viento de fuerza extraordinaria que forma un torbellino y gira en grandes círculos”, y se sabe que la violencia de ese viento hace que los huracanes puedan tener efectos destructivos y hasta derrumbar ciudades completas. En sentido metafórico, al hacer una analogía entre el poder del viento y ciertos acontecimientos de la vida, podemos decir que un huracán es también un suceso que causa un gran mal.
Cuando decimos que estamos en el “ojo del huracán”, nuestra mente asocia esa imagen a estar en una situación problemática o peligrosa.
Pero, sin embargo, según los expertos, “el ojo del huracán” es el centro de una feroz tormenta donde el tiempo es tranquilo, el cielo está claro y los vientos son brisas ligera; y dicen que, si un avión entra en él, es un lugar de una gran belleza, aunque todo lo que le rodee esté en oscuridad.
Esta imagen del “ojo del huracán” me ha venido en estos días en que estamos inmersos en el “huracán del COVID 19”. En este tiempo de confinamiento he participado en unos cuantas reuniones on-line, en las que, con otras personas, he compartido sobre cómo nos encontramos en medio de toda esta situación, cómo estamos viviendo esta vorágine que tambalea tantas cosas de lo que eran nuestras vidas cotidianas, que nos ha reducido y limitado en nuestros movimientos, nuestros viajes, nuestros abrazos, nuestras presencias físicas de unos y otros, tanto con lo que siempre contábamos y que ni se nos había pasado por la cabeza que pudiera desaparecer de la noche a la mañana. Hemos compartido de qué modo, en la medida de nuestras posibilidades, estábamos presentes a otros, en cercanía, escuchando, comprendiendo, acogiendo, ayudando.
Y en esas reuniones he tenido la gran fortuna de encontrarme con personas con experiencia de su vida interior, de su ser profundo; muchas de ellas, personas que han hecho un largo recorrido con la herramienta PRH, que han cuidado la emergencia y consolidación de su ser, que conocen sus valores profundos y cómo enraizarse en ellos para afrontar la realidad concreta, que viven lucidez de esa realidad, de sus sentimientos y saben cómo gestionarlos; conocedores de su modo interno de funcionar y que distinguen lo que es constructivo o lo que hace entrar en más dificultades; que saben discernir y tomar buenas decisiones… Y al escucharles, al compartir, al comunicarnos con las luces y las sombras que en cada uno aparecían, la sensación que he tenido era la de estar en el “ojo del huracán”.
De estar bien dentro de la realidad que nos está tocando vivir, no fuera de ella; dentro de esta tormenta que nos rodea, con las incertidumbres, con los interrogantes, con las inseguridades, las preocupaciones, la tristeza y, hasta en momentos, con los miedos; pero en serenidad; conscientes de esta situación, inmersos en ella, pero no dejándonos arrastrar por ella. Y ese no dejarnos arrastrar he visto que lo posibilita la vida de nuestro SER, nuestros resortes interiores, que, como un timón, como la vela de un barco, nos permiten que sigamos navegando hacia adelante con una actitud serenamente esperanzada, aún en medio de las sombras y oscuridades que percibimos en el huracán que nos rodea… Con vientos que a veces nos alcanzan, pero que, al volver de nuevo a nuestro centro, no consiguen arrastrarnos: es la suerte de conocer el camino de vuelta a la casa interior.
Soy testigo de la eficacia de este camino que hemos tenido la suerte de recorrer con la herramienta PRH, que nos da los instrumentos y que nos orienta hacia la consciencia de nosotros mismos, desde donde poder conducirnos para permanecer en este “ojo del huracán”, lugar constructivo para nosotros mismos y para que desde ahí podamos alargar nuestra mano a los otros. Así, cuanto más podamos permanecer en esta “serenidad incierta” del “ojo del huracán” mejor podremos salir adelante y reconstruirnos, cuando todo esto se aleje y unos tiempos más serenos nos envuelvan a todos. Nos tocará entonces seguir abriéndonos a nuestra creatividad, a lo no inventado, para continuar caminando, para poner nuestra mano al lado de los otros, donde tendremos tanta tarea para realizar.
Deseo que lo vivido nos deje enseñanzas sabias para seguir conviviendo de un modo más solidario, más justo y fraterno, más conscientes de nuestra vulnerabilidad y de la interdependencia de la familia humana que somos; que podamos comprender mejor que nunca nadie puede vivir, lo que es verdaderamente vivir, desde la prepotencia y en solitario.
Y ahora si lo deseas, te dejo estas preguntas para que puedas encontrar tus propias respuestas
- ¿Qué de tu vida, del potencial de tu ser, de tus valores, de tus recursos interiores te está sosteniendo en estos momentos?
- ¿Qué motivación hay en ti para seguir cuidando y avanzando en tu solidez personal?
- ¿Qué cambios positivos intuyes que permanecerán en tu vida después de toda esta experiencia?
Te deseo que lo que escuches en ti sea un paso más en esa maravillosa aventura de ser cada vez más plenamente tú mismo/a.