Normalmente asociamos la expresión “dejarse caer” con descuidarse de uno mismo, abandonarse a la vida o a los brazos de alguien. Pero existe un significado que casi se contrapone: mirar hacia dentro para dejarnos sentir qué ocurre en nosotros cuando escuchamos una palabra o una frase, cuando vemos a una persona o percibimos sonidos, ritmos, silencio.
Cuando dejo caer en mi interior la palabra armonía, el mundo se vacía, todo se detiene. Un cálido rayo de sol entra por la ventana y puedo ver dentro de él cómo decenas de partículas sin nombre flotan y se desplazan por el universo decididamente, ajenas a cualquier orden, carentes de prisa, de destino. Al tocar el suelo, la luz se vierte por toda la estancia, lo ocupa todo y la ilumina hasta hacer desaparecer las paredes, abriendo espacio a ondas que perturban coordinadamente el medio, como si el aire fuese un estanque: casi puedo saborear su movimiento, su dulce propagación, tocarlas mientras desaparecen. Toda esta corriente procede de un punto, unas coordenadas en el centro de la nada en las que se ubica un tenue emisor que lo llena todo con calma y verdad: ahí reside el núcleo de mi existencia, el lugar de donde procedo, el espacio en el que soy.
Cuando dejo caer a mi interior la palabra armonía, todo se alinea para abrir paso a la irresistible vida contenida en ese espacio.
¿Y todo eso sólo con la palabra armonía? No.
Fue al escuchar “Vivir con más armonía” cuando apareció; fue esa frase la que me conducía a una sensación que sólo puedo describir de esa manera y que hacía nacer en mí un deseo profundo de explorar. Frente a esta fuerza no tuve otra posibilidad que plegarme, nuevamente dejarme caer. Y lo siguiente fue hacer el curso al que “Vivir con más armonía” le da nombre, resultando ser toda una aventura, el inicio de una expedición que todavía hoy dura y que me permite descubrir toda la topografía de mi funcionamiento, cuánto se aleja éste de mi sustancia más personal y cuánto me aleja de mi autenticidad.
A veces da miedo dejarse sentir, no estamos acostumbrados a “dejarnos caer” con Confianza; pero puede ser tan sencillo como dar entrada a unas palabras para dar el primer paso y comenzar a andar un nuevo camino, que nos obligará a transitar un trecho hasta llevarnos a un lugar distinto al que ahora nos encontramos. Pero que estará más cerca de lo que verdaderamente somos, más cerca de sentirnos plenos, menos vacíos.
Juanto Rodríguez